
¿Cómo saber que llegaste a ese punto del que no hay retorno? ¿Cómo saber si ya cruzaste esa línea invisible? ¿Cómo saber si ya esos sentimientos que empezaron como un juego se transformaron en algo serio? ¿Cómo saber si ya estás metida? Y una vez que lo sabés ¿qué haces? ¿Acaso hay algo posible por hacer? ¿Alguna forma de cambiarlo? ¿De parar ese torrente de emociones que parece sin fin hacia su persona? Y si la hay ¿estarías dispuesta a hacerlo? ¿Te bancarías dejarlo, olvidarlo a él? ¿Soportarías separarte, admitir la derrota? ¿Podrías hacerlo aún cuando sabes que ya es un caso perdido? Tal vez sería mucho más fácil si en el momento previo, ese punto anterior a caer totalmente rendidas ante él, una alarma se encendiera, titilara intermitentemente avisándonos que estamos a punto de caer. Pero lo que sucede es que lo más lindo es no darte cuenta de eso, estar consciente solo del momento previo y del posterior pero no en el proceso que conlleva el cambio total e irrevocable. Si tan solo una pudiera fácilmente borrarlo de su vida al darse cuenta de que no funcionará, de que es una perdida completa de tiempo. Pero aunque si hubiera dudo mucho que aceptaría hacerlo. Es que esa línea divisoria tiene tanto significado, tanta carga emocional que una vez que estás del otro lado, no harías muchas cosas que antes sí. No podría decidir soltarlo, no podría acceder a borrarlo por completo de mi vida. Aún cuando no esté en ella como desearía. Crucé esa línea ya, no sé cuándo ni dónde pero sé que no hay retorno ahora. Y aún así no me importa el darme cuenta ahora de cuanto significó ese simple acto.