
¿Cómo saber? ¿Cómo saber que sos vos? ¿Cómo saber que hacer? ¿Cómo saber cuando avanzar y cuando retroceder? ¿Cómo saber que retener y que dejar ir? ¿Cómo saber si esperar o ir? Las preguntas corren, dejando una estela de incertidumbre en mi cabeza. Sí, puedo buscar respuestas pero ninguna parece la correcta. Es que llega un momento en el que estoy totalmente segura de algo, en el que puedo jurar que es de esa forma, en el que cada parte de mi cuerpo lo afirma; pero al otro día no lo estoy, ya no sé si tenía razón, me parece que me equivoqué, que todos mis sentidos fallaron y que mi sentido común erró nuevamente. Entonces vuelvo al punto de partida. Y es como si estuviera en medio de una calle desierta, sin saber si debo seguir hasta el otro lado de la calle o retroceder hasta donde estaba. Miro hacia donde se supone que debe estar la luz que indica que es seguro cruzar o que no, pero me marea, porque cada vez que miro titila una imagen diferente, a veces dice que es seguro otras que no lo es por lo que no me animo a tomar un decisión y sigo estancada a mitad de calle. Veo hacia la vereda del frente pero nada me asegura que al cruzar nada malo me va a pasar, que no saldré lastimada, que no me voy a arrepentir. Entonces veo hacia atrás, de donde vine, pero nada allí me retiene ni tampoco me dice que es el lugar donde debo estar. Por lo que me quedo donde siento que estoy segura, donde respiro tranquila ya que puedo ver los dos lados de la calle y estar atenta a cualquier señal de seguridad posible en ellas. Sigo a la espera. Atenta. Aunque en el fondo sé que tengo que elegir un lado de la calle o el otro, jugármela. Porque el tiempo esta contando y de un momento a otro no voy a poder elegir. Entonces me quedo parada mirando a ambos lados. Esperando ver un puerto seguro en el que pueda confiar y así finalmente cruzar o volver.