lunes, 26 de abril de 2010


¿Cómo alguien puede poderte tanto? ¿Cómo puede influirte? ¿Cómo puede volverse importante sin darte cuenta siquiera? ¿Cómo puede hacerte sonreír por la mínima cosa? ¿Derramar una lágrima por la más simple acción? ¿Cómo puede alegrarte el día o arruinartelo? ¿Cómo puede volverte loca? ¿Cómo te puede encantar hasta lo más estúpido suyo? ¿Cómo puede enloquecerte? ¿Cómo puede producirte todo eso? ¿Cómo puede convertirse en tu perdición? ¿Cómo? ¿Cuál es su secreto? ¿Su receta? ¿Qué hizo? ¿En qué momento exacto pasó todo esto? ¿En qué momento se volvió necesario? ¿En qué lugar se hizo el click? ¿Qué gesto, que acción, qué palabra fue la desencadenante? ¿Cómo lo pasaste de largo? ¿Cómo no te diste cuenta? ¿Qué es lo que él tiene que no tienen los demás? ¿Qué fue lo que lo hace distinto a todos? ¿Por qué? ¿Se dará cuenta? ¿Cómo hizo? ¿Es posible caer por una persona sin saberlo? ¿Es qué las caídas más fuertes son las que ocurren cuando menos las esperamos? ¿Es bueno o malo? ¿Cómo volvés al punto inicial? ¿Cómo regresas al momento en el que sea cual sea el final no te modificaba? ¿En el que era uno más del montón y no el separado de este? ¿Habrá una forma de retornar? ¿O es un punto sin retorno? ¿Es tan malo como parece la debilidad por esa persona? ¿O simplemente una bendición?

miércoles, 21 de abril de 2010


Perdida camino entre la marea interminable de gente. Todos ocupados en sus cosas, hundidos en su mundo, sin ver ni oír nada ajeno a ellos, con sus propios intereses. Una angustia recorre mi cuerpo al verme perdida en medio de ese caos, me desespero y trato de ir más rápido. Visualizo caras desconocidas, otras no tanto pero ninguna de ellas se queda más de dos segundos observándome, menos se acercan a preguntarme si estoy bien. Pero ya no me importa, nada me interesa llegado a este punto. Por lo que sigo sin hacerme vanas ilusiones, buscando eso que me hace falta pero no logro descifrar que es. Aguanto mis ganas de llorar, de gritar, de romper todo ante la impotencia. Es que siento como si corriera pero no me moviera a ningún lado, y empiezo a pensar que lo que sea que vine a buscar no lo encontraré. Aún así sigo buscando. Me hago paso entre la gente, sintiendo que se me acaba el tiempo, que se está haciendo tarde. Mi corazón late veloz en mi pecho como diciendo que me apure que el reloj está avanzando más rápido de lo que debería. Por lo que corro, desesperada, al borde del llanto, con mis manos temblando y mi corazón en mis manos. Entonces te veo, parado ahí totalmente sereno con tus ojos clavados en mí. Esbozas una sonrisa. Como por arte de magia toda mi angustia desaparece. Y es como si hubieras estado esperándome todo este tiempo, como si vos también supieras que algún día finalmente nos encontraríamos.

martes, 20 de abril de 2010


Sentís esa satisfacción de hacer algo que nos costaba tanto. Ese sentimiento que te llena al lograr algo que antes parecía casi imposible. De haber llegado a donde pretendías. Ese primer paso que parece que fuera el más largo, el que más cuesta. Para el cual no sirve pensar, no sirve analizar, solo hacerlo de una vez, por impulso. Como si fuera una curita, sacarla de un tirón. Ese arriesgarse sin saber nada, absolutamente nada del futuro, de la respuesta del otro, de la decepción posible o el sueño cumplido. Hacerlo y esperar a ver el resultado. Pero lo más difícil es saltar a esa pileta que no visualizas, en la que no podés saber si hay agua o te vas a estrellar contra el piso. Podés estar horas en ese trampolín preguntándote si hacerlo o no. Podés regresar hasta la escalera y estar a punto de bajar, pero arrepentirte y volver al mismo punto. Podés sentarte en ella y mirar a tu alrededor, con tus ojos llenos de lágrimas buscando una señal que te diga que hacer. Pero la única solución es cerrar los ojos, respirar hondo y tirarse de una. No más preguntas, no más dudas, no más indecisiones, no más pensar. El futuro no puede ser adivinado, la única forma de conocerlo es ir tras él. Al fin al cabo no importa el final que tenga ese arriesgarse. Tal vez desemboque en una gran decepción, en vergüenza, en un corazón roto, en el sueño cumplido, en sonrisas, en el mejor final posible. Más allá de todo eso lo que de verdad importa es que te arriesgaste, que saltaste del trampolín sin saber. Que te la bancaste. Que sabiendo que te puede salir mal te la jugaste dispuesta a sufrir las consecuencias. Que fuiste valiente. Que bajaste las murallas a tu alrededor, que te rendiste, que dejaste de pelear contra tu instinto de autoprotegerte contra todo y todos, te abriste, te arriesgaste a salir lastimada estando al tanto de la posibilidad. Finalmente saltaste a pesar de todos tus miedos.

martes, 13 de abril de 2010


¿Qué pasa si un día te levantas y sentís que estabas equivocada en todo? ¿Qué nada era como creías? ¿Qué gastaste tu tiempo? ¿Qué no vale la pena? ¿Qué la esperanza ya no tiene sentido? ¿Qué sin darte cuenta llegaste al borde del precipicio? ¿Qué ya no podes seguir engañándote? ¿Qué te cansaste? ¿Qué estás bajando los brazos y nada te hace querer subirlos de nuevo? ¿Qué simplemente no das más? O peor aún ¿Qué pasa si llegaste al punto en el que te preguntas para qué sigo? ¿Es qué todo fue una perdida de tiempo? ¿Es qué solo ocurre una equivocación tras otra? ¿Qué es lo que pasa? Es como si el mundo fuera a una velocidad distinta y yo por más que trate no logro ponerme a la par, solo me quedo a un costado viendo como gira y gira esperando el momento de que alguien haga un lugar, que me alcanze una mano, que mire hacia afuera pero nada sucede nadie mira a quién está afuera, y entonces sigo sola sentada a un costado sintiéndome en soledad, perdida, con una pieza faltante la cual me permita ponerme a la par del mundo. Antes hubiera seguido a pesar de todo, buscando, prestando atención pero ya no veo el punto de hacerlo. Nada tiene sentido ya. Tal vez así está destinado a ser, una y otra vez lo mismo. Ya no voy a moverme, no intentaré entrar a donde no me hacen lugar. Ya no voy a seguir empecinada como una nena caprichosa con lo que no va a suceder nunca, tengo que aceptarlo. No trataré como prioridad a quién siquiera me trata como opción. Cada día me trato de convencer de lo que no es, de asegurarme en vano que ese gesto significa más de lo que parece. Ya no más. No me cegaré esperando ese maldito indicio que se va como llega haciendome seguir con algo que no tiene sentido. Seguiré mirando desde afuera hacia dentro esperando esa mano que sostenga la mía.

jueves, 8 de abril de 2010


¿Cómo saber? ¿Cómo saber que sos vos? ¿Cómo saber que hacer? ¿Cómo saber cuando avanzar y cuando retroceder? ¿Cómo saber que retener y que dejar ir? ¿Cómo saber si esperar o ir? Las preguntas corren, dejando una estela de incertidumbre en mi cabeza. Sí, puedo buscar respuestas pero ninguna parece la correcta. Es que llega un momento en el que estoy totalmente segura de algo, en el que puedo jurar que es de esa forma, en el que cada parte de mi cuerpo lo afirma; pero al otro día no lo estoy, ya no sé si tenía razón, me parece que me equivoqué, que todos mis sentidos fallaron y que mi sentido común erró nuevamente. Entonces vuelvo al punto de partida. Y es como si estuviera en medio de una calle desierta, sin saber si debo seguir hasta el otro lado de la calle o retroceder hasta donde estaba. Miro hacia donde se supone que debe estar la luz que indica que es seguro cruzar o que no, pero me marea, porque cada vez que miro titila una imagen diferente, a veces dice que es seguro otras que no lo es por lo que no me animo a tomar un decisión y sigo estancada a mitad de calle. Veo hacia la vereda del frente pero nada me asegura que al cruzar nada malo me va a pasar, que no saldré lastimada, que no me voy a arrepentir. Entonces veo hacia atrás, de donde vine, pero nada allí me retiene ni tampoco me dice que es el lugar donde debo estar. Por lo que me quedo donde siento que estoy segura, donde respiro tranquila ya que puedo ver los dos lados de la calle y estar atenta a cualquier señal de seguridad posible en ellas. Sigo a la espera. Atenta. Aunque en el fondo sé que tengo que elegir un lado de la calle o el otro, jugármela. Porque el tiempo esta contando y de un momento a otro no voy a poder elegir. Entonces me quedo parada mirando a ambos lados. Esperando ver un puerto seguro en el que pueda confiar y así finalmente cruzar o volver.

jueves, 1 de abril de 2010


Recuesto mi cabeza en el verde pasto. Con mis brazos y piernas extendidas respiro profundamente, dejando que el frío oxígeno entre a mis pulmones. Exhalo tranquila. El sentimiento de paz y tranquilidad recorre cada parte y recoveco escondido en mi cuerpo, haciéndome sentir como si estuviera en la nube más alta. Cierro mis ojos y dejo que los rayos de sol entibien mi cara, aumentando aún más si es posible mi conforte. Puedo escuchar la nada misma. Disfruto del sentimiento, de mi estado actual. Y dejo que miles de pensamientos recorran mi cabeza, en otro lugar y momento me aturdirían pero no ahora. Estos viajan llevándome por un torrente de emociones, pero con la velocidad justa para admirarlos y verlos desde afuera con calma. Todas las cosas que anteriormente me atormentaron ahora son simples suspiros frustrados. Me siento bien, en paz conmigo misma, feliz con el mundo. Siento esa sincronía con lo que me rodea que tanto había buscado. Y me doy cuenta que finalmente llegue a ese punto, a ese que me costó mucho llegar pero a la larga lo hice. Ese punto de equilibrio. Equilibrio entre lo que deseo y tengo. Equilibrio entre el lugar que estoy y el que quiero llegar. Entre vos y yo. Entre mis virtudes y defectos. Entre el exterior y mi interior. Entre lo que tengo para dar y lo que quiero que me den. Instintivamente una sonrisa se forma en mi cara. Y es que esa sonrisa es tan solo una forma de expresar mi estado. Es que esa sonrisa es la que tanto busqué tener en mi cara sinceramente. Y la hago más grande, ocupando todo mi rostro. Estoy en paz. Estoy bien conmigo misma. Y ese sentimiento es más grande de lo que pensaba. Ese sentimiento es la pieza faltante perfecta, llena esos vacíos que antes molestaban. Sin dejar siquiera recuerdo de ellos, es que es algo que estaba destinado hace ya mucho tiempo. Y esas cosas tienen un cierre cuasi perfecto. El flujo de pensamientos va parando para dar lugar a un torrente, ahora, de emociones. Y estas, sí, me aturden. Me marean. Pero con un buen final. Con mi risa exultante que corta con el anterior silencio. Pero irónicamente aumentan más aún la paz en el ambiente. Mi risa contagiosa, fuerte y feliz. Esa risa que hace sonreír a quien la escucha, que alegra el ánimo de un alma en pena. No trato de pararla, sino que me dejo llevar por ella. A donde sea que lo haga. Ya no importa el final, el desenlace de esta larga historia. Porque más allá del final que me toque, estoy disfrutando la trama, el nudo, el camino que me lleve a él. Disfrutando el ahora sin preocuparme el mañana. Escucho mi risa, una pequeña exclamación de mi interior. Finalmente paro de reírme, pero una gran sonrisa sigue implantada en mi rostro. Una sonrisa que dice: Sé que voy a estar bien.