sábado, 31 de diciembre de 2011
¿Por qué reaccionamos así? ¿Por qué al ser lastimados buscamos lastimar? ¿Por qué una herida nos crea el deseo de provocar cien más? ¿Por qué ese dolor insoportable nos hace querer hacer sentir al otro igual? Nos lastiman, nos lastiman todo el tiempo y nosotros mismos lastimamos también. Pero el dolor se hace peor a medida que el amor por esa persona es mayor. Entonces, cuando esa persona nos lastima más allá de lo que creíamos posible, cuando provoca que amargas lágrimas corran por nuestro rostro, que un dolor insoportable en el pecho nos torture y que esa parte tuya que le pertenecía sea rota de un modo que nunca volverá a sanar, buscamos lastimar. Buscamos, nos mentalizamos en hacerle sentir el mismo grado de dolor que uno siente. No por el dolor causado, sino por la confianza rota. Porque es tan insoportable el verse lastimado cuando confiamos que esa persona no lo haría jamás, porque estamos enojados, furiosos de que nos hayan quitado lo que ya era nuestro, que hayan arruinado nuestra relación, que no estén dolidos, destruidos por habernos perdido, que el vernos en medio de esa nueva situación inimaginable tan sólo momentos atrás nos enloquece. Es tanto el grado de traición y dolor, que en nuestra locura momentánea, nuestra única meta es lastimar.