domingo, 11 de julio de 2010

Siempre me ha fascinado ver los aviones volar en el cielo. Desde que tengo memoria que recuerdo quedarme con la cabeza inclinada a lo alto, observándolos de lejos, sintiéndome diminuta. Verlos viajar en la inmensidad del cielo era todo un espectaculo. Recuerdo que me gustaba más verlos en la noche, con sus luces ayudándome a ubicarlos e imaginandome hacía donde iría, cuanta gente llevaría, porque razones viajarían. Era todo un misterio para mí, cada tanto cerraba mis ojos y me imaginaba adentro transportandome entre las nubes, volando dentro de ellos. Al crecer seguí mirándolos, deseando estar allí viajando a miles de destinos distintos. Cada tanto vuelvo a jugar ese juego que jugaba de más chica. Me vuelvo a perder en la inmensidad del cielo, en lo asombroso de viajar en él, en las razones de viaje de cada una de esas personas. Me olvido de todo lo que pueda llegar a perturbarme. Y una frase no deja de rondar mi cabeza, la razón por la cual todo esto volvió a resurgir. ¿Podemos imaginar que los aviones en la noche son estrellas fugaces? Tal vez es lo que más necesito ahora.