
La arena se siente fría en mis pies mientras estos se mueven con rapidez alejándome de la situación, de él, del dolor. Lágrimas corren por mis mejillas mientras el aire helado entra por mis pulmones lastimándome la garganta, y no pienso parar. Seco mis lágrimas en vano ya que en seguida otras nuevas las reemplazan y revivo todo lo que acaba de decir hace unos minutos. Escucho su respiración agitada igual que la mía y sus pasos acercándose a mí, en unos pocos segundos me alcanzará. Tal como lo había previsto siento sus brazos fuertes en mi cintura parándome. Me quedo quieta delante suyo, los dos tratando de acompasar nuestras respiraciones, ninguno dice palabra alguna. Finalmente nuestro ritmo cardíaco se normaliza y planeo escapar de su agarre pero todo intento es en vano ya que me hace enfrentarlo en un rápido movimiento. Me dice que pare con esto, que me tranquilice, que no piensa dejarme. Pero no le creo, ¿cómo hacerlo? Entonces le digo que se vaya, que lo haga ahora porque después va a doler más. Pero él niega rotundamente con la cabeza y repite la misma frase que daría lo que fuera porque se cumpla: "No pienso dejarte" Y le digo que sé que no quiere hacerlo pero que tarde o temprano lo hará y que yo quedaré estancada en este estúpido pueblo y veré como él desaparecerá, y es más de lo que puedo soportar. Me mira con tristeza en sus ojos pero no me importa, a mí me duele más. Entonces lo golpeo en su pecho, una y otra vez tratando de descargarme de alguna forma, de mostrarle una pizca del dolor que siento, y enseguida lágrimas empiezan a descender por mi cara demostrándole cuanto me duele. Sus brazos me sostienen fuertemente contra él tratando de alguna forma de abrazarme, pero me rehuso a hacerlo hasta que finalmente me doy por vencida. Mis brazos se acomodan en su cintura y lo abrazo tratando de calmarme, sintiendo su dulce aroma inundarme. Él acaricia mi pelo y besa mi cabello. Me separa y puedo ver sus ojos enrojecidos aunque trate de mostrarse fuerte, acorta la distancia y me besa tratando de encontrar la fuerza que necesita. En medio del beso puedo notar esa sonrisa que me enamoró el primer día y susurra un dulce: "Vendrás conmigo".