martes, 24 de enero de 2012
Uno cuando es chico, fantasea con el futuro, con su imaginación activa e ilimitada crea miles de caminos distintos, trabajos, situaciones, viajes, personas, la vida misma. Pero siempre como algo lejano, algo que sucederá recién mucho tiempo después, falta para eso. Pero llega un momento en el que ese futuro tan lejano, está en frente tuyo, se convirtió en tu presente. Y uno se asombra de la velocidad con la que apareció, cuesta acostumbrarse a que no es más algo que va a pasar después, más tarde, está pasando ahora. Entonces, uno se siente mareado, como si hubiera dado vueltas y vueltas y trasladado a un lugar desconocido, ya no sabe dónde está, cómo llegó ahí. Y uno se asusta, se asusta de lo que vendrá, se asusta de verse dentro de ese "lejano" futuro, de haber crecido sin darse cuenta de que lo estaba haciendo. Pero al mismo tiempo siente la adrenalina correr por sus venas, todo su cuerpo se enciende ansioso. Porque tiene frente así ese futuro tan esperado, tan soñado, tan vasto, lleno de posibilidades y oportunidades esperando a ser tomadas, lleno de lugares esperando a ser descubiertos, lleno de personas esperando a entrar en su vida, lleno de planes, situaciones esperando a ser descubiertas, a partir del ahora, no es más un mañana, un después, no falta más, es ahora, hoy. Empieza a ganarse las cosas por sí mismo, por nadie más, por sus propios medios, por su esfuerzo y capacidades, y siente el orgullo y la satisfacción personal por ello. Va escribiendo su vida, paso por paso, cambiando su futuro, equivocandose, acertando, dejando atrás, comenzando cosas nuevas, consiguiendo metas, priorizando, evolucionando uno mismo, abriéndose puertas y cerrándose otras. Lo más importante, decidiendo uno mismo, lo que quiere en su vida y lo que no. Va uno mismo a buscar lo que quiere, ya no espera a que se lo alcanzen. No es más ese espectador, ese actor pasivo. Ahora es un actor activo, es protagonista.
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